martes, 9 de marzo de 2010

La Fe

El Catecismo de la histórica Asamblea pregunta: "¿Cuál es el fin principal del hombre? y su respuesta es: "Glorificar a Dios y gozar de Él para siempre." La respuesta es perfectamente correcta. Aunque también hubiera sido igualmente correcta si hubiera sido más corta. El fin principal del hombre es "agradar a Dios," pues al hacerlo (no necesitamos afirmarlo, porque es un hecho fuera de toda duda), se agradará a sí mismo. El fin principal del hombre en esta vida y en la venidera, así lo creemos, es complacer a Dios su Hacedor. Si un hombre agrada a Dios, hace lo que más le conviene para su bienestar temporal y eterno. El hombre no puede agradar a Dios sin atraer hacia sí mucha felicidad, pues si alguien agrada a Dios, es porque Dios lo acepta como Su hijo.

Esto es así porque Él le otorga las bendiciones de la adopción, derrama en él la abundancia de Su gracia, lo bendice en esta vida y le asegura una corona de vida eterna, que él usará y que brillará con un lustre inagotable, aún cuando todas las guirnaldas de la gloria terrenal se hayan deshecho. Por el contrario, si un hombre no agrada a Dios, inevitablemente atrae hacia sí penas y sufrimiento en esta vida. Coloca gusanos y podredumbre en la puerta de todas sus alegrías. Llena su almohada mortuoria con espinas y aumenta el fuego eterno con carbones llameantes que lo van a consumir eternamente.

El hombre que agrada a Dios, mediante la Gracia Divina, va peregrinando hacia la última recompensa que espera a quienes aman y temen a Dios. Pero el hombre que desagrada a Dios tiene que ser desterrado de la presencia de Dios, y por consiguiente, del goce de la felicidad. Así lo dice la Escritura. Si estamos en lo cierto cuando declaramos que agradar a Dios es ser feliz, entonces la única pregunta importante es ¿cómo puedo agradar a Dios? Y hay algo muy solemne en lo que dice nuestro texto: "Sin fe es imposible agradar a Dios." Es decir, puedes hacer lo que quieras, esforzarte tanto como puedas, vivir de la manera más excelente que quieras, presentar los sacrificios que escojas, distinguirte como puedas en todo aquello que es honorable y de buena reputación; sin embargo nada de esto puede ser agradable a Dios a menos que lleve el ingrediente de la fe. Como dijo Dios a los judíos: "En toda ofrenda ofrecerás sal," así Él nos dice a nosotros: "Con todo lo que haces debes traer fe, pues de lo contrario, sin fe es imposible agradar a Dios."

Esta es una antigua ley. Tan vieja como el primer hombre. Tan pronto como Caín y Abel vinieron al mundo y se convirtieron en hombres, Dios hizo una proclamación práctica de esta ley que "sin fe es imposible agradarle." Caín y Abel, en un día muy soleado erigieron dos altares, uno junto al otro. Caín tomó de los frutos de los árboles y de la abundancia de la tierra y colocó todo sobre su altar. Abel trajo de los primogénitos del rebaño, poniéndolo sobre su altar. Se iba a decidir cuál de los dos sacrificios aceptaría Dios.

Caín había traído lo mejor que tenía pero lo trajo sin fe. Abel trajo su sacrificio, con fe en Cristo. Ahora, ¿cuál sería mejor recibido? Las ofrendas eran iguales en valor; en lo relativo a la calidad, eran igualmente buenas. ¿En cuál de esos altares descendería el fuego del cielo? ¿Cuál consumiría el Señor Dios con el fuego de Su agrado? Oh, veo que la ofrenda de Abel arde y que el semblante de Caín se ha decaído, pues a Abel y su ofrenda Jehová miró con agrado, pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda.

Así será siempre, hasta que el último hombre sea reunido en el cielo. Nunca habrá una ofrenda aceptable que no esté sazonada con la fe. No importa qué tan buena sea, con la misma buena apariencia de aquella que tiene fe: sin embargo, a menos que la fe esté con ella. Dios nunca la aceptará pues Él declara: "Sin fe es imposible agradar a Dios."

Voy a tratar de condensar mis pensamientos esta mañana y seré tan breve como sea posible siendo a la vez consistente con una explicación completa del tema. Primero voy a exponer lo que es la fe. En seguida voy a argumentar que sin fe es imposible ser salvo. En tercer lugar voy a preguntar: ¿Tienes tú la fe que agrada a Dios? Entonces vamos a tener una exposición, un razonamiento y una pregunta.

I. En primer lugar, LA EXPOSICIÓN. ¿Qué es la fe?

Los antiguos escritores, que eran sumamente sensatos, pues habrán notado que los libros que fueron escritos hace unos doscientos años por los viejos Puritanos, tienen más sentido en una sola línea que el que se encuentra en una página entera de nuestros libros actuales, y contienen más sentido en una sola página que todo el sentido que se puede encontrar en un volumen entero de nuestra teología actual. Los antiguos escritores nos dicen que la fe se compone de tres elementos: primero conocimiento, segundo asentimiento y luego lo que llaman confianza; es decir, apropiarse del conocimiento al cual le damos nuestro asentimiento y lo hacemos nuestro al confiar en Él.

1. Entonces empecemos por el principio. El primer elemento de la fe es el conocimiento. Un hombre no puede creer lo que no conoce. Ese es un axioma claro y evidente. Si yo nunca he escuchado nada acerca de algo en toda mi vida y no lo conozco, no puedo creerlo. Y sin embargo hay algunas personas que tienen una fe como la del minero en una mina de carbón que, cuando le preguntaron en qué creía, respondió: "Yo creo en lo que cree la Iglesia." "Y ¿qué es lo que cree la Iglesia?" El minero responde: "La Iglesia cree lo que yo creo." "Te ruego me digas: ¿Qué creen la Iglesia y tú?" "Pues los dos creemos lo mismo."

Este hombre no creía en nada excepto que la iglesia estaba en lo cierto, pero en qué, él no podía decirlo. Es inútil que un hombre afirme: "soy creyente" y sin embargo no sepa en qué cree. Yo he conocido a personas así. Se ha predicado un violento sermón que ha calentado la sangre. El predicador ha clamado:"¡Creed, creed, creed!" Y a las personas repentinamente se les ha metido en la cabeza que eran creyentes y han salido de la casa de oración exclamando: "soy creyente."

Y si les preguntaran: "¿Díganme en qué creen?" no podrían dar una razón de la esperanza que hay en ellos. Ellos creen que tienen la intención de ir a la iglesia el siguiente domingo. Pretenden unirse a ese tipo de gente. Pretenden cantar con mucha emoción y tener delirios maravillosos. Como consecuencia de todo eso creen que serán salvos. Pero no pueden decir qué es lo que creen. Ahora, no creo en la fe de nadie a menos que conozca lo que cree. Si dice: "yo creo" y no sabe lo que cree, ¿cómo puede ser eso una fe verdadera? El Apóstol dijo: "¿Cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?"

Para que haya una fe verdadera, es necesario que un hombre sepa algo de la Biblia. Créanme, esta es una época en la que no se valora tanto la Biblia como antes. Hace unos cien años el mundo estaba saturado de intolerancia, crueldad y superstición. La humanidad siempre corre de un extremo al otro y ahora nos hemos ido al otro extremo. En aquella época se decía: "Sólo una fe es la verdadera, suprimamos todas las demás por medio del tormento y la espada" Ahora se dice, "no importa que nuestros credos se contradigan, todos son válidos." Si usáramos el sentido común sabríamos que esto no es así. Pero algunos responden: "tal y tal doctrina no debe ser predicada y no debe creerse." Entonces, amigo mío, si no requiere ser predicada, no necesitaba ser revelada. Tú impugnas la sabiduría de Dios cuando afirmas que una doctrina no es necesaria; pues equivale a decir que Dios ha revelado algo que no es necesario; y Dios no sería tan sabio haciendo ya sea más de lo necesario, o menos de lo necesario. Nosotros creemos que los hombres deben estudiar toda doctrina que viene de la Palabra de Dios y que su fe debe basarse en la totalidad de las Sagradas Escrituras, especialmente en todo lo relativo a la Persona de nuestro siempre bendito Redentor.

Debe existir un cierto grado de conocimiento antes de que pueda haber fe. "Escudriñad las Escrituras," pues, "porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Cristo." Como resultado de escudriñar y de leer viene el conocimiento, y por el conocimiento viene la fe y por la fe viene la salvación.

2. Pero un hombre puede saber algo y sin embargo puede no tener fe. Puede saber algo y no creer en ello. Por consiguiente, el asentimiento debe acompañar a la fe; esto es, debemos creer lo que conocemos y tener la certeza que es la verdad de Dios. Ahora, para tener fe, no solo basta que yo lea las Escrituras y las entienda, sino que debo recibirlas en mi alma como la propia verdad del Dios viviente. Y con devoción y con todo mi corazón debo recibir todas las Escrituras como inspiradas por el Altísimo, conteniendo toda la doctrina que Él requiere que yo crea para mi salvación.

No está permitido dividir las Escrituras y creer sólo aquello que te parezca bien. No se te permite creer las Escrituras a medias, pues si lo haces a propósito, no tienes la fe que únicamente ve a Cristo. La fe verdadera da su total asentimiento a las Escrituras. Toma una página y dice "no importa lo que se encuentre en esta página, yo creo en ella." Pasa al siguiente capítulo y dice: "Aquí hay algunas cosas difíciles de entender que los indoctos y los inconstantes tuercen, tal como lo hacen con el resto de las Escrituras, para su perdición. Pero por muy difíciles que sean, yo creo en ellas."

Considera la Trinidad. No puede entender la Trinidad en Unidad pero cree en ella. Ve el Sacrificio de expiación. Hay algo difícil en ese concepto pero lo cree. Y sea lo que sea que esté contenido en la revelación, besa el libro con devoción y dice:"lo amo todo, doy mi pleno, sincero y libre asentimiento a cada una de sus palabras, así sea una amenaza o una promesa, un proverbio, un precepto, o una bendición." Como todo es Palabra de Dios, todo es absolutamente verdadero. Eso es lo que creo. Todo aquel que quiera ser salvo debe conocer las Escrituras y debe darles su total asentimiento.

3. Pero un hombre puede tener todo esto y sin embargo no tener la fe verdadera. Pues lo principal de la fe radica en el tercer elemento, es decir, en la confianza en la Verdad. No en creerla simplemente pero en hacerla nuestra y en descansar en ella para salvación. Reposar en la verdad era la palabra que utilizaban los viejos predicadores. Comprenderás esta palabra, apoyándose en ella, diciendo: "Esta es la Verdad, a ella confío mi salvación." Ahora, la fe verdadera, en su esencia misma se basa en esto: en apoyarse en Cristo. No me salvará si solamente sé que Cristo es un Salvador. Pero me salvará si confío en Él para que sea mi Salvador.

No seré librado de la ira venidera creyendo que Su expiación es suficiente, pero sí seré salvo cuando haga de esta expiación mi confianza, mi refugio y mi todo. La esencia, la esencia de la fe radica en esto: arrojarse uno sobre la promesa. El salvavidas que permanece a bordo de un barco no puede ser el instrumento de salvación del hombre que se está ahogando, ni tampoco la convicción que el salvavidas es un excelente y un efectivo invento puede salvarlo. ¡No! Es necesario que lo tenga alrededor de sus lomos, o en sus manos. De otra manera se hundirá.

Para usar un viejo y conocido ejemplo: supongamos que el aposento alto de una casa se está incendiando. La gente se arremolina en la calle. Una criatura se encuentra en la habitación en llamas. ¿Cómo escapará? No puede saltar hacia abajo: moriría de inmediato. Un hombre fornido exclama: "¡Salta a mis brazos!" Una parte de la fe es creer que el hombre está allí, y otra parte de la fe es creer que el hombre es lo suficientemente fuerte para sostenerlo. Pero la esencia de la fe radica en arrojarse a los brazos de ese hombre. Esa es la prueba de la fe y su verdadera esencia.

Entonces, pecador, debes saber que Cristo murió por el pecado. Debes comprender que Cristo puede salvar y además debes creer que no serás salvo mientras no confíes en que Él es tu Salvador y que lo es para siempre. Como dice Hart en su himno, que realmente expresa el evangelio:

"Confía en Él, confía plenamente,
No confíes en ningún extraño.
Nadie sino sólo Jesús
Puede hacer bien al pecador desamparado."

Esta es la fe que salva. Y sin importar qué tan impía haya sido tu vida hasta ahora, esta fe, si te es dada en este momento, borrará todos tus pecados, cambiará tu naturaleza y te hará un hombre nuevo en Cristo Jesús. Te conducirá a vivir una vida santa y hará tu salvación eterna tan segura como si un ángel te llevara esta mañana en sus resplandecientes alas y te transportara de inmediato al cielo. ¿Tienes tú esa fe? Esta es una pregunta de suma importancia. Pues mientras que con fe los hombres son salvos, sin fe son condenados.

Como ha dicho Brooks en uno de sus admirables trabajos: "Aquél que cree en el Señor Jesucristo será salvo, aun si sus pecados son muchos. Pero aquél que no cree en el Señor Jesús será condenado, aun si sus pecados son pocos. ¿Tienes tú fe? Pues el texto declara "Sin fe es imposible agradar a Dios."

Continuará...

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