jueves, 11 de marzo de 2010

Mejorando el culto

Este es uno de tantos textos, reflexiones y enseñanzas de mi amado hermano en Cristo, el pastor Humberto Pérez. Quise exponerlo en este blog para dar a conocer su página y sus bíblicos textos.
Su página es:
http://pastorhp.blogspot.com/

Sé que su blog será de gran edificación y beneficio para todos ustedes, así como lo ha sido para mí.

Dios les guarde.

A modo personal, este texto es uno de los más hermosos que he leído en su blog. Se llama:
"Mejorando el culto"

Amós 5: 21-24

“Aborrezco, desprecio vuestras fiestas, tampoco me agradan vuestras asambleas solemnes. [22] Aunque me ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no los aceptaré; ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales cebados. [23] Aparta de mí el ruido de tus cánticos, pues no escucharé siquiera la música de tus arpas. [24] Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como una corriente inagotable”.

El Señor no aceptó el amor de ellos porque no amaban al prójimo. El problema no estaba en que el culto fuera aburrido o algo así sino porque en los negocios y la justicia no parecían creyentes.

Los sacrificios estaban levíticamente correctos y las arpas sonaban bien. Pero debían bajar los intereses bancarios, no aceptar soborno, devolver lo prestado y en vez de construir mansiones de recreos, ser más generosos con los empobrecidos del orden social. Israel pensaba que cumpliendo con la forma de la verdad ya Dios se satisfaría, que el cumplimiento de la letra, del arte externo, y la complacencia, eran suficientes. Una cosa es solemne sólo si es santa (vv. 10-12).

Si a pesar de los cambios el cultito no mejora y parece que Dios no acepta los sacrificios, sean sermones o música, el problema se halla no en el amor a Dios sino en el del prójimo. Un ejemplo de lo que digo es cuando leemos que "no dice" que rechaza “la multitud de tus cantares” sino el ruido de tus cánticos. Y eso a pesar del enjambre de gente que la oía porque la misma palabra significa muchos y tumulto.

Salían de allí contentísimos, sudando y roncos, pero eso no impresionaba a Dios que subía de punto cariserio. Aunque me gusta la música cristiana y como suelen hacer casi todos los santos, hasta tengo algunas melodías favoritas para cuando tomo una ducha, sé que los primeros músicos en el mundo fueron los hijos de Caín a quienes les repugnaba la sangre de la expiación y los altares doctrinales, y silbando canciones y llenando pentagramas huían de Dios.

La música como parte del culto y acompañando a los sacrificios a Dios no fue parte de la ley de Moisés, sino una noble iniciativa y contribución del rey David, miles y miles de años después (no me malentiendan mis amigos arpistas y tamborileros) que la expiación, la redención, la oración y que la lectura de la Palabra fueran los únicos solitarios ingredientes sobre el altar de la reconciliación. Por supuesto que si usted lo prefiere, por favor no la envíe [a la música] al exilio, pero póngala como sierva de las doctrinas de la expiación, reconciliación, justificación por la fe y por supuesto de la cenicienta predestinación; y además no destituya a Jedutún por lo que he dicho porque me sentiría culpable. Ah, y no olvide, si también corre el juicio como las aguas y la justicia como impetuoso arrollo.

Humberto Pérez

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