martes, 16 de noviembre de 2010

¿Qué es una Iglesia Bautista Reformada?

Si me preguntasen “¿Qué tipo de congregación son ustedes?” no dudaría en responder “¡Somos una iglesia Bautista!”. Creemos en verdades a las que algunas veces se les ha llamado “Distintivos Bautistas”.

También contestaría que somos una “iglesia Reformada”, puesto que apoyamos las grandes doctrinas de la Reforma Protestante respecto a la salvación del hombre. En este sentido no me molesta que a nuestra congregación se le identifique como una iglesia “Bautista Reformada”, y deseo hablar del tema “¿Qué es una Iglesia Bautista Reformada?”

I. LAS ESCRITURAS

Primeramente, una Iglesia Bautista Reformada es una iglesia local que reconoce la autoridad suprema de las Sagradas Escrituras. En cuestión de la fe, esto es, en las cosas que creemos, y de la práctica, esto es, en las cosas que hacemos, nuestra única autoridad es la Palabra de Dios. Si algo, ya sea de fe o de práctica, es contrario a la Biblia, entonces, no importa quién alegue, no importa qué buenos argumentos se emitan a su favor, no podemos aprobarlo.

Reconocemos que en el funcionamiento de una iglesia local habrá cuestiones para las cuales no exista un mandamiento bíblico específico. Por ejemplo, tomemos como ilustración al tesorero de una iglesia. Será difícil encontrar un capítulo y un versículo que especifique que se debe tener uno, pero reconocemos que tales cosas son necesarias, y son de acuerdo al principio bíblico que especifica que todas las cosas se deben hacer decentemente y en orden.

Aún así, afirmamos enfáticamente que cuando no hay una orden bíblica específica para algo, no vamos a ver tal cosa o situación como sagrada y obligatoria. Cuando la Palabra de Dios no justifica algo, no vamos a estar bajo esclavitud de esa situación o cosa, pero cuando las Escrituras claramente llaman a algo, ninguna consideración nos hará hacer lo contrario.

Deseamos tener nuestras consciencias marcadas por los límites de la Palabra de Dios, pues creemos que ésta es la verdadera libertad. Creo que una serie de asuntos que se dan en algunas iglesias Bautistas de hoy en día no tienen bases bíblicas verdaderas. Son parte de la iglesia porque se introdujeron hace varios años y ahora son parte de la “Tradición Bautista”. De hecho mucha gente da por sentado que son bíblicas, pero si se les reta a encontrar las evidencias bíblicas de tales costumbres, tendrían problemas para encontrarlas.

En otras áreas, hay cosas que las Escrituras claramente ordenan, pero que han sido abandonadas por la mayoría de las iglesias Bautistas modernas, y debemos hacer un llamado para que se adopten de nuevo. La cuestión de la gobernación por ancianos es un ejemplo de este punto. Las iglesias Bautistas solían tener ancianos; actualmente, en la mayoría de las iglesias Bautistas, esto ya no se practica. Pero creemos que si vamos a ser un verdadero modelo de las iglesias del Nuevo Testamento tenemos que retomar el concepto de gobernación por ancianos. La Escritura lo presenta. ¡Nosotros debemos tenerlo!

Así que los Bautistas Reformados no se gobiernan por la tradición, ni por la opinión de los hombres, ni por los sentimientos, ni por el pragmatismo, sino solamente por la Palabra de Dios. Creemos en la autoridad de la Escritura, y deseamos en nuestra vida como iglesia ser un modelo conforme a la Palabra de Dios. Debemos siempre pedir y buscar que Dios intensifique nuestro entendimiento de Su Palabra, y debemos estar siempre prestos a cambiar cualquiera de nuestras prácticas si es que está fuera de los límites de las Escrituras. La actitud que dice “No importa lo que la Biblia dice, así siempre lo hemos hecho” es para nosotros espantosa, y en efecto, pecadora. Debe ser “para la ley y el testimonio”, o ¿qué dicen las Escrituras?

II. LA PREDICACION

En segundo lugar, los Bautistas Reformados creen en la pre-eminencia de la predicación de la Palabra de Dios. Creemos que la predicación de la Biblia debe tener el lugar central en nuestros servicios. ¡Creemos que nada puede o debe tomar el lugar de la predicación de la Palabra!

Nuestra convicción es que la iglesia de Cristo ha sufrido porque ha degradado la predicación de la Palabra. Creemos que los seminarios y colegios bíblicos deben ser pre-eminentemente instituciones que preparen y estimulen a predicadores. Creemos que en cualquier lugar la gente de Dios debe ser alentada y animada a orar que el Señor dote hombres con el don de la predicación, y que Él dé predicadores a Sus iglesias, siervos predicadores, muchos predicadores. Creemos que hay una gran necesidad en las iglesias de Cristo de reconocer la importancia de la predicación de la Palabra de Dios, y que hombres jóvenes deber de ser animados a estudiar teología, historia de la iglesia, y los sermones de grandes predicadores del pasado, y que deben trabajar duro para llegar a ser buenos expositores de la Biblia.

III. LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA

En tercer lugar, los Bautistas Reformados declaran su creencia sin temor alguno en aquellas doctrinas que a veces son llamadas “Las Doctrinas de la Gracia”, y en otras “Los 5 Puntos del Calvinismo”. Con esta expresión queremos especificar las doctrinas de la depravación total, elección incondicional, expiación limitada, llamamiento eficaz, y la perseverancia de los santos. Nos regocijamos en estas grandiosas verdades que sostienen la soberanía de Dios en la salvación del hombre, y que tan gloriosamente afirman la realidad central de que la salvación es sólo por gracia, ¡y que la salvación es Jehová!

Nos gozamos en que las doctrinas de la gracia están enlistadas en la Segunda Confesión de Fe de Londres de 1689 y en muchas otras confesiones Bautistas de la historia. Declaramos que en 1861 cuando Charles Spurgeon abrió el gran Tabernáculo Metropolitano en Londres, Inglaterra, celebró la ocasión teniendo invitados de renombre que predicaron sermones acerca de estas doctrinas. Y aún así, no es que creemos en estas doctrinas porque Spurgeon o cualquier otro bautista las predicó. Tampoco las creemos por el hecho de que estén enlistadas en las confesiones bautistas históricas, aunque nos regocijamos que así sea, sino que las creemos porque están claramente presentadas en las Sagradas Escrituras.

Reconocemos que vivimos en una época en la que estas verdades fundamentales son ignoradas, e incluso descaradamente negadas por muchos que profesan el nombre de “evangélicos” y “Bautistas”. Sabemos que son verdades poco populares, pero son verdades, y las recibimos y nos regocijamos en ellas.

¡También nos gustaría enfatizar que no sólo las creemos sino que además sostenemos que deben de ser claramente predicadas y enseñadas desde el púlpito!

Hoy vivimos la trágica situación en que los hombres dicen, desde el púlpito, que creen en las doctrinas de la gracia pero que rehúsan predicarlas y enseñarlas a su gente. El resultado es que las iglesias están llenas de gentes que ignoran las grandes verdades de las Escrituras (y de la fe bautista de la historia), y por lo tanto, se empapan de verdades totalmente opuestas - las cuales reciben por la radio y publicaciones religiosas. Si un hombre llega a predicar las doctrinas de la gracia a tales congregaciones, se generan escándalos y oposiciones. Esto es trágico, pero común. Creemos que en nuestros días se necesitan las doctrinas de la gracia, y que nuestra gente necesita ser instruida en ellas.

IV. EVANGELISMO

A continuación nos gustaría afirmar que los Bautistas Reformados creemos en la necesidad y responsabilidad de evangelizar. Ya no tenemos más simpatía por el Hiper-calvinismo ni por el Arminianismo.

No creemos que hay incongruencia entre la soberanía de Dios en la salvación de Sus escogidos y Su mandamiento de predicar el Evangelio a toda criatura. Si pareciera haber alguna dificultad en nuestras mentes al compaginar cualquiera de las verdades de Su Palabra, es por lo entenebrecido de nuestro entendimiento y por el remanente de pecado en nosotros, y creemos que nuestro deber es obedecer la Palabra, la entendamos o no. ¡Nosotros creemos en el evangelismo!

Ahora, es verdad que no creemos mucho de lo que sucede bajo el nombre de ‘evangelismo moderno’ en pleno siglo 20. Creemos que mucho de lo que hoy en día es llamado ‘evangelismo’ es poco más que psicología y mercadeo. Estamos espantados por las acciones superficiales que se dan bajo ese nombre; estamos horrorizados por las presiones, trucos y planes calculados para producir “decisiones” y estadísticas impresionantes; tales actos causan tremendos estragos en el alma de los hombres.

El hecho de que creamos en el evangelismo no significa que vayamos a cooperar con cada proyecto que lleve ese nombre. ¡Creemos que en el evangelismo, como en todo lo demás, debemos ser gobernados por la Palabra de Dios! Aún así, insistimos que creemos en el evangelismo, y nuestra oración es que Dios nos mantenga conscientes de la necesidad de evangelizar. Que Dios nos dé la carga de la responsabilidad de evangelizar, sabiendo que es para Su gloria y para la salvación de los hombres.

Creemos que es nuestra responsabilidad dar a conocer el evangelio primeramente a nuestra comunidad, y al mundo entero. Creemos en las misiones, nacionales y foráneas, y creemos que debemos de buscar las almas de los hombres con pasión y usando todas nuestras facultades.

V. ADORACION

Por último, permítanme afirmar que una iglesia Bautista Reformada es una iglesia local con un serio enfoque en la adoración. El Dios que alabamos es un Dios de majestad, gloria y santidad. Y el Dios de la Biblia es Aquel a quien los ángeles del cielo constantemente claman “Santo, Santo, Santo”; le adoran de día y de noche; Él es grande y merecedor de toda alabanza. Creemos que cuando nos congregamos para alabar este grandioso y glorioso Dios de la Biblia, debemos hacerlo con reverencia y santo respeto. ¡Creemos que debemos sentir un TEMOR REVERENCIAL en nuestros corazones cuando nos reunimos a adorar a nuestro Dios!

Tú dices: “Pero seguramente debe de haber gozo también”. Sí, efectivamente, estamos de acuerdo, pero además debe de ser un gozo que sea en el Señor, no un gozo que surja de los “sentimientos”, sino uno que surja del conocimiento de Dios, un gozo moderado y controlado por la reverencia.

Creemos que hay un abismo que separa un servicio “muerto”, de un servicio serio, espiritual. El primero no es deseado, el segundo sí. Ahora, dado este deseo de adorar al Señor de manera reverencial, creemos que cualquier cosa que le reste mérito no debe de ser aceptada entre nosotros. La frivolidad (o informalidad) y las niñerías están fuera de lugar y son incongruentes con la adoración a Dios.

También creemos que la música en la iglesia debe de ser gobernada por el gran hecho central de Aquel a quien adoramos. Mucha de la música que invade las iglesias hoy en día parece poco más que una imitación del mundo. Hay muy poca diferencia entre la música que se toca en la iglesia y la que se presenta en la televisión o en espectáculos mundanos - claro, excepto que las palabras que se cantan son “religiosas” más que “seculares”. Pero el espíritu que prolifera es el del mundo; la atracción es para la carne. Esto aborrecemos y rechazamos; esto no tiene lugar en el centro de adoración a Dios. Lo que es sagrado no debe de ser prostituido y empleado como entretenimiento, debemos diferenciar lo santo de lo profano. Si la gente quiere divertirse, pues que sus sentidos se agudicen yendo a lugares seculares de diversión para que se entretengan; que no pretendan que están adorando o en un servicio en donde la diversión está a la orden del día. ¡No! Cuando nos reunimos a adorar queremos dejar el mundo afuera, queremos apelar no a la carne sino a los sentidos, que nuestro culto sea racional; queremos, no la sofisticación del mundo sino la sencillez de Cristo. ¡Oh, que cuando adoremos sintamos el temor de Dios en nuestras almas! ¡Oh, que veamos algo de la gloria vista por Isaías y por los siervos de Dios del mundo antiguo!

Esta es, pues, la clase de congregación que buscamos construir. Otras cosas pudieron haberse mencionado, pero sólo hemos procurado tocar algunos de los puntos básicos.

Que Dios levante muchas congregaciones sobre toda tierra y sobre la faz del mundo que deseen las mismas doctrinas y que luchen por ellas. ¡Que el Señor sea glorificado en y a través de Su Iglesia!

lunes, 6 de septiembre de 2010

lunes, 19 de julio de 2010

Algodón de azúcar: Carta a un futuro pastor - Pastor Humberto Pérez

Veo que tienes una disposición hermosa para servir al Señor y que anhelas hacerlo. Amas la Biblia y amas la oración, y amas la comunión con Dios. Pero quiero corregirte un pequeño defecto religioso. Cuando te refieres a la teología, parece que la miras con sospechas como algo casi opuesto a lo que tú sientes y eres y como si ella fuera una alternativa a todo eso. Quizás estés pensando en los que hacen teología per se y se entretienen y divierten en investigaciones fútiles y sin provecho y pierden el tiempo buscando nuevas verdades, cuando las tienen al lado y son ya longevas. No hay nada nuevo bajo el sol de la teología. Lo nuevo, han dicho, es herejía.

Pero hay una teología que es bíblica, el pensar ordenado y doctrinalmente dentro de la Biblia y que sirve de fundamento y columna de la fe. Pablo, que es el autor que escribió la mayor parte del NT no escribe una sola carta sin teología aplicativa y no piensa ni siente a Dios sin conocerlo, y eso es teología, ni pastorea ni da consejos o exhortaciones sin ella porque no hay otra forma de hacerlo. Piensa por ejemplo en Gálatas, la inocente Filipenses, y no digamos Romanos o Efesios. Sin embargo, es una teología como la que leemos en Calvino cuando escribe en sus comentarios y en su Institución, para beneficio de la iglesia y para ayudar a los pastores y maestros de ella.

No podrás adorar bien, ni orar bien, ni cantar bien, ni sostener tu fe, ni ser salvo sin ella. Si Dios te da una vida larga como la mía, un ministerio largo como el mío, verás que es cierto lo que te digo. Sin teología te desmayas, claudicas, retrocedes, y sin explicaciones teológicas, el duro ministerio te derrumba. Yo no puedo levantar mis manos a Dios sin sostener en alto una verdad que me lo haya explicado ni besar al Hijo, sin ella. Si no enseñas teología a tus hijos ellos no serán buenos creyentes, si es que llegan a serlo. El secularismo universitario los destrozará y retrocederán espantados como asustadillos conejos. Educa a tu familia con teología bíblica, no sólo con historias bíblicas sino con las verdades eternas que ellas enseñan. Puedes hacerlo sin citar a Agustín o a Calvino, aunque bien harás si ellos llegan a admirar a esos personajes y a devorar sus libros.

La vida pastoral y especialmente la predicación sin teología, como dijo Spurgeon, o con sólo un par de onzas de ella, aunque posea todo lo otro, oración, alabanza, es como esos dulces que conozco como algodón de azúcar, que los niños comen en parques y ferias, donde una máquina le da vueltas a unos granos de azúcar hasta que toman un tamaño extraordinario, y los muchachos se los lamen en un dos por tres. Muchas vueltas, mucho volumen, dulzón, pero poco peso y contenido. La gente se relame de gusto y le pasa la lengua al sermón, pero no se nutre, sólo se tragan calorías.

Fuente: http://pastorhp.blogspot.com/

miércoles, 28 de abril de 2010

¿Son Bíblicos los "llamados al altar"?

En primer lugar es necesario aclarar que en la iglesia no existe ningún altar. ¿Qué es un altar? Altar es un monumento dispuesto para inmolar una víctima y ofrecerla en sacrificio. En el romanismo introdujeron ese termino en sus iglesias, debido a que dicen ellos, allí repiten en cada misa el sacrificio de Cristo, por esta razón la llaman "el sacrificio de la misa", aunque también esa expresión es inapropiada, porque allí nunca se realiza ningún sacrificio cruento, es decir, con derramamiento de sangre.

Para poder entendernos los seres humanos, necesitamos comprender y darle el mismo significado a las palabras que empleamos, sino estaríamos intentando lo imposible, de querer comunicarnos en idiomas diferentes. Lo que ocurrió en Babel fue precisamente eso, el juicio de Dios que confundió las lenguas y no pudieron entender el habla de su compañero.

El Señor nos manda que nuestro hablar sea conforme a Su Palabra, y no conforme a las modas y costumbres que los hombres han impuesto, por muy sinceras u honestas que nos parezcan. 1Pd.4: 11 "Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios".

Hasta aquí hemos establecido dos puntos indispensables para poder tener un dialogo normal e inteligente. Primero, que hemos de utilizar las palabras con el verdadero sentido que cada una de ellas tiene, dentro del idioma que usamos. Si alguno tiene dudas sobre el significado de algún vocablo, lo más cuerdo es que consulte con un diccionario de la lengua castellana y verifique el sentido y verdadero alcance de esa palabra.

Segundo, si se trata de un tema bíblico, es imprescindible comprobar con la Biblia cual es el verdadero sentido en que Dios la utiliza, para que nuestro hablar sea realmente conforme a Su Palabra, y no necesariamente a la palabra de los hombres. Hoy, que tenemos a nuestro alcance con tanta facilidad una concordancia, busque esa palabra y compruebe a la luz de su contexto cómo la emplea Dios, y ese debe ser el valor y sentido que debemos darle para que nuestro hablar sea realmente conforme a Su Palabra.

Cualquier diccionario le dará el significado a la palabra "altar" como el lugar donde se realizan sacrificios cruentos, es decir, con derramamiento de sangre de una víctima que es derramada en libación. Y la Biblia la emplea en el mismo sentido.

En Ex.20, donde se encuentran los diez mandamientos que Dios le entregó a Moisés, dice Dios en el verso 24 "Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos".

En el libro de Levítico, donde están las instrucciones para los sacerdotes levitas, dice por ejemplo en el cap. 1: 5 "Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar".

Las pocas referencias que encontramos en el Nuevo Testamento al altar, son alusiones al altar del templo judío. Y cuando en Apocalipsis menciona un altar, es dentro del simbolismo del libro, para indicar el verdadero símbolo que representaba el altar terrenal, señalando el lugar sagrado que corresponde en el cielo.

El tabernáculo fue ordenado por Dios construirlo, de acuerdo al modelo que le mostró a Moisés y que corresponde a símbolos terrenales, para representar cosas celestiales.

Pero JAMÁS el Nuevo Testamento hace referencia que alguna iglesia tuviera altar ¿Por qué? La respuesta es obvia, porque la iglesia descansa sobre el único y perfecto sacrificio que realizó el Señor Jesucristo, el cual fue "consumado" por el verdadero Cordero de Dios.

Heb.9: 26 "se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado".

Heb.9: 27 "Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos".

Heb.10: 10 "mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre".

Heb.10: 14 "porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados".

Heb.10: 11-12 "ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios (en el templo), que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios".

Los romanistas, que no se guían por las Sagradas Escrituras, desarrollaron desde el siglo XI una ceremonia litúrgica que fue evolucionando gradualmente, hasta llegar a lo que en nuestros días llaman "el sacrificio de la misa".

Aunque allí no existe el sacrificio de una victima cuya sangre debería ser derramada sobre el altar, ellos insisten en repetir una ceremonia sobre "un altar", porque evidentemente el sacrificio que Cristo realizó una sola vez para siempre, no les es suficiente. Ellos pueden hacer lo que se les venga en gana, total siempre han mostrado un desprecio irreverente y absoluto por la Palabra de Dios.

Pero una iglesia evangélica, que dice creer y aceptar ese único y perfecto sacrificio que realizó el Señor Jesucristo una sola vez para siempre, y que dice basarse en el modelo bíblico de acuerdo a las enseñanzas de Su Palabra, no tiene justificación alguna para seguir hablando que allí continúa existiendo un altar ¿Qué sacrificio están repitiendo?

En la iglesia cristiana no existe altar, porque no existe más sacrificio, debido a que el Cordero de Dios se ofreció en sacrificio una sola vez para siempre, jamás se volverá a repetir, debido a su perfección la cual fue consumada en la cruz del Calvario.

Es muy grave seguir hablando de un altar dentro de la iglesia cristiana, porque se estaría menospreciando el sacrificio único y perfecto que realizó el Señor Jesucristo para siempre. Si no hay otro sacrificio, no debe existir otro altar.

Hemos de ser muy cuidadosos con los términos que empleamos para referirnos a las cosas del Señor, porque es hasta blasfemo hablar de un altar dentro de la iglesia y no corresponde a lo que Dios dice en Su Palabra. Que nuestro hablar sea conforme a Su Palabra.

Ahora que he aclarado esta parte que considero la más importante de la pregunta, me referiré a continuación a esa gimnasia que se realiza en muchas iglesias, de llamar adelante a los que quieran ser salvos, como si allí van a estar más cerca del cielo o del Señor.

El mismo Señor que está adelante, también está en la banca donde cada uno se sienta, está en todas partes.

Es lamentable el triste espectáculo que presentan las iglesias con esas prácticas antiescriturales, porque muchas personas viven cada semana pasando adelante, debido a que nunca han llegado a tener la seguridad de su salvación eterna. A ellos la salvación les dura unos pocos días y necesitan salvarse cada Domingo. O necesitan ayuda urgente mediante una oración para calmar su dolor.

Aunque la Biblia dice que somos salvos eternamente. (Heb.7: 25) "por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios". El regalo que ofrece el Señor es vida eterna, y no vida hasta el próximo Domingo. (Jn.10:28) " Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano". Siempre hemos de confrontar con las Escrituras para ver si esas cosas deben ser así. Eso era lo que hacían los hermanos fieles de Berea, (Hch.17: 10) "escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así".

Hemos visto que en ninguna iglesia del Nuevo Testamento existió un altar, porque no existe otro sacrificio que presentar. Y ahora sobre la practica de pasar adelante, tampoco vemos que existió en la iglesia Neotestamentaria.

Cuando Pedro predicó el evangelio el día de Pentecostés, la muchedumbre se compungió de corazón y preguntaron ¿qué haremos? No les dijo: "Pasen adelante, o levanten la mano los que quieran ser salvos". Simplemente les dijo (Hch.2: 37-38) "arrepentios". Porque la salvación es por creer de corazón, no por pasar adelante o levantar la mano.

Allí no existía el emocionalismo, ni los coros que apelan a los sentimientos, ni ninguna estratagema de hombres. Solamente existía la poderosa Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo quebrantado los corazones, por eso llegó a ser una iglesia poderosa.

Si alguien considera que esa practica de hacer los llamados para que la gente pase a los pies del pastor o al frente del púlpito es correcta, debe poder demostrarlo con la Biblia. ¿Dónde dice eso o aparece como ejemplo para seguir? ¿No están en el Nuevo Testamento todas las instrucciones para que sepamos como debemos conducirnos en la casa de Dios? (1Tm.3: 15).

Esto de hacer llamados para pasar al altar, no es otra cosa que llevar a la gente a los pies del pastor, o sencillamente un acto de tradición romana, debido a que efectivamente no existe ningún altar en la iglesia ¿o Ud. sabe cual es el altar? En una iglesia católica podemos ver el "altar" donde colocan a su dios de harina y lo parten en dos en sacrificio en cada misa. Pero en una iglesia evangélica ¿ha visto alguna vez un altar? Naturalmente que no, porque no existen allí.

No es otra cosa que una parte de un sofisticado plan elaborado para llevar a la deificación de esos líderes que se complacen en ser venerados, y se aprovechan del sincero sentimiento religioso de algunos y del fanatismo de otros, para crear toda una atmósfera efervescente de emocionalismo generalizado, donde pueden manipular las personas, vaciarle los bolsillos y recibir esa adoración que tanto satisface sus egos.

La Biblia nos advierte que el corazón del hombre es idolátrico. (Hch.10: 25-26) Cuando Pedro visitó la casa de Cornelio: "Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies adoró, mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre".

También lo vemos en el caso de Pablo en la ciudad de Listra (Hch.14: 11-15) cuando la multitud vio la sanidad que hicieron, gritaron: "Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros... Cuando lo oyeron los apóstoles, rasgaron sus ropas y se lanzaron entre la multitud, dando voces, y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros".

Los apóstoles siempre repudiaron toda clase de veneración al hombre, por esta razón cuando predicaban el evangelio, solamente hacían un llamado al arrepentimiento, pero jamás a pasar adelante a los pies de ellos, o pedirles que levantaran sus manos los que quisieran ser salvos, para satisfacer sus egos y ver "cuantos se habían convertido" con su predicación, como si la obra de la salvación fuera mérito de ellos.

viernes, 16 de abril de 2010

CRISTO ES EL FIN DE LA LEY

I. Los cristianos del Nuevo Testamento no tienen ningún pacto con la ley de Moisés.
VIVIMOS COMO ABRAHAM POR FE EN EL PACTO NUEVO EN CRISTO Gálatas 3: 29
- Abraham nunca estuvo bajo la ley de Moisés Gálatas 3:15-19
- Somos libres. Gálatas 4:21-26

II. La ley de Moisés fue añadida.
- ¿Por qué fue dada la ley, si la ley no sirve para justificarnos? Gal. 3:19-26
- ¿Por qué fue añadida o para qué sirve?
- ¿Fue añadida, por qué? Col. 3:19
- Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniese la semiente v.19
- Fue añadida como hayo y maestro para llevarnos a Cristo v. 24
- Fue añadida para encerrar a la fe v. 21
- Fue añadida como un redil Juan 10:16

III. La ley de Dios es eterna.
Había pecado antes de la ley en:
- Los ángeles 2 Pedro 2:4
- Los hombres Romanos 5:12-14

IV. Explica la impotencia de la ley y la Incapacidad de la ley para Salvar.
- La ley es llamada La de muerte porque solo puede condenar
- Maldito es todo aquel que no continua en todas las cosas escritas en la lay para hacerlas Gálatas 3:10
- Hay otra ley que es llamada La ley de vida en Jesucristo:
- “El justo por la fe vivirá” Gálatas. 3:11
- Los condenados son Los que ignoran la justicia de Dios y procuran establecer su propia justicia. Romanos. 10:3

V. ¿ES LA LEY CONTRARIA A LAS PROMESAS? Gálatas 3:21
1. Cristo es el fin de la ley
- Los creyentes ahora no están bajo la ley de Moisés. Col. 2:13-14; 17
- La ley se cumpli6 en Cristo para su pueblo. 2 Cor. 3:7-10; Col. 2:13-14;17
“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros"

2. LOS CRISTIANOS ESTAN BAJO LA LEY DE CRISTO
Bajo la ley de Cristo 1 Cor. 9:21
- Todo potestad me es dada Mateo 28:18; Mateo 17:5
- Las costas esperarán su ley Isaías 42:4-5
- Cumplid de lay de Cristo Gal. 6:2; ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Rom. 8:2

3. LA LEY DE CRISTO ES SUPERIOR A LA LEY MOISES.
- LA LEY DE CRISTO ES ETERNA
- LA LEY DE CRISTO ES UNIVERSAL “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra." Mateo 28:18

4. JESUS DIO MANDAMIENTO A SUS DISCIPULOS Y les ordenó discipular a las naciones enseñándoles su mandamientos. Hechos 1:2 y Mateo 28:18-20; 1 Tes 4:2 y 2 Ped 3:2
- Nosotros debemos guardar sus mandamientos. Juan 14:15-21
- TODO PECADO QUE HAY EN EL CORAZON HUMANO ESTA PROHIBIDO EN EL NUEVO TESTAMENTO.
- Cualquiera pues que oye estas palabras y las hace Mateo 7:24
- EL MAYOR MANDAMIENTO DE TODOS MATEO. 22:37-40 Amarás al Señor tu Dios.

5. Las características de los obedientes en su reino.
- Los cristianos no son anti-nominanos (anti-ley). Mateo 5:1-11.

6. La profundidad y la espiritualidad de la ley de Cristo.
A. El fruto del Espíritu en Gálatas
- Gálatas 5:1 “nos hizo libres”
- Gálatas 5:18 “si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.”
- Gálatas 5:6 “la fe que obra por el amor”
- Gálatas 5:13 “Libertad para, servir por amor los unos a los otros.”
- Gálatas 5:14 “amarás a tu prójimo como a ti mismo”
- Gálatas 5:16 “pues andad en el Espíritu y no satisfagas los deseos de la carne”
- Gálatas 5:18 “si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”
- Gálatas 5:22 “mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bon dad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley”
- Gálatas 5:25 “si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”

B. Las obras de la carne en Gálatas 5:19-21
- Idolatría
- Adulterio
- Mentiras
- Codiciar
- Toda obra mala

7. ¿Qué hacemos con la ley del Antiguo Testamento?
- Lo estudiamos a la luz del Nuevo y la confirmamos siguiendo a Cristo
- "El justo por la fe vivirá" Gal. 3:11-12
- Y si retrocediere (a la ley para justificaci6n) retroceden a la perdición. Heb. 10:38-39
- Vivimos como Abraham. Gal. 3:6-14

8. Por fe en Cristo confirmamos la ley
- El testimonio de la ley referente de nuestro pecado e incapacidad.
- La profecía de la ley Rom. 3:21-22
- Referente del propósito de la ley CRISTO ES EL FIN. Rom. 10:4

9. El Fin: De lo que demandaba
- De los ritos y sacrificios Col. 2:8-14
- De la maldición y justicia
- Del dominio de la ley.

10. La ley de Cristo es Real 1 Cor. 9:21 y Gal. 6:2
- La ley es Real, Santiago 2:8
- Es Superior “Sí y Amén en Cristo” Lucas 9:35-36
- “A El oíd" Mateo 22:37-40 Amar a Dios y al prójimo.
- No es un pacto de obras condicionales. 2 Cor. 1:20 Si y No
- La ley de Cristo es la ley del Espíritu de Vida. Rom. 8:2
- Escrito en el corazón Heb. 7.12 y Heb.8:6-13

11. LOS FRUTOS DE LA LEY DE CRISTO Galatas 5:22-23 y 18
- La fe que obra por amor Galatas 5: 6
- Características de los hijos de su reino Mateo 5:1-11 Bienaventurados son.

12. POR MEDIO DE LA MUERTE DE CRISTO ESTAMOS BAJO SU LEY DE GRACIA
Todo cambió bajo el Nuevo Testamento
- Cambio de sacerdocio Hebreos 6: 20; 7: 12-17
- Cambio de leyes Hebreos 7:12
- Otro régimen Romanos 7:6
- Otro marido Romanos 7:2-6

CONCLUSION:
LA LEY DEL PECADO Y LA MUERTE CONDENA A TODOS.
POR LAS OBRAS DE LA LEY NINGUN SER HUMANO SERA JUSTIFICADO DELANTE DE DIOS. GALATAS 2:16 Y ROMANOS 3:20
LOS QUE ESTAN EN CRISTO JESUS NO ESTAN BAJO LA LEY DEL PECADO Y LA MUERTE, PORQUE CRISTO ES EL FIN Y EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY Rom 10:4

miércoles, 14 de abril de 2010

Elegido en preferencia a otros, me deja sin palabras

“…elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu…” (1 Pedro 1:1-2).

Si usted es de los que les horroriza la doctrina de la elección eterna, que Dios desde la eternidad haya determinado a quiénes habría de salvar, siéntese un rato conmigo que si me deja pasar le traigo algunos conocidos suyos que pueden quitarle cualquier furia anti calvinista que posea su noble pecho. Ellos le ayudarán a deponer la opinión que la elección la inventó Agustín o Calvino porque mis nobles amigos vivieron antes que esos dos.

Uno de ellos se llama Juan, el discípulo amado que se recostaba sobre el pecho de Jesús y quien escribió que “Dios es amor” y que usted cita como contrincante del apóstol Pablo que dijo que Dios amaba a Jacob y aborrecía a Esaú. Pues Juan que ministró en Éfeso y Asia Menor, menciona un par de veces la perseverancia de los santos (hermana de la predestinación), y se refiere a la iglesia como “la Señora elegida”. Si usted piensa que se trata de una dama en particular, da lo mismo, ella es elegida (2Juan 1:1).

El segundo compañero que quiero que hable con usted se llama Santiago, uno de los apóstoles de la circuncisión con Pedro y Juan. Santiago predicó esa doctrina en Jerusalén y Siria, y siendo una gran columna allí dijo que a “los pobres escogió Dios” (Sgo. 2:5). Es cierto que su mensaje es más judío que el de Pablo pero con todo, concordaban en llamar a los salvos, escogidos.

Y Pedro que predicó supuestamente en Babilonia y el Este, y se dirigió a los judíos del Ponto y a las iglesias dispersas en Galacia y Capadocia, dijo que fuimos “escogidos según la presciencia de Dios” y excúsele la palabra griega “prognosis’’, que yo le aclaro que quiere decir presciencia que es más o menos lo mismo que predestinación; y se usa en 1Pe. 1:20 (proginosco) en relación con Jesucristo.

Y el otro amigo es Judas, el hermano de Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, que si lo deja pasar a su entendimiento también tiene que decir algo sobre aquellos de los cuales usted se preocupa tanto, es decir, los que no son elegidos. Dice que desde la antigüedad fueron escritos para la condenación, tápese los oídos si quiere pero a él no le enseñó el llamamiento eficaz y la doble predestinación Juan Calvino sino Jesucristo, y eso enseñaba en la primera Iglesia Cristiana del Mundo, en Jerusalén, “porque ciertos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes fueron ordenados para esta condenación, hombres impíos, que cambian la gracia de nuestro Dios en libertinaje, negando al único Señor Dios, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:4). Ordenados quiere decir en griego “inscriptos previamente” en el libro de los condenados. Ya sus nombres estaban en el libro de la muerte, y daban testimonio de ello sus obras que se lo merecían.

Yo también pude estar escrito ahí y si no lo estoy es porque Dios no quiso ponerme. Fijó sus ojos en mí y dijo: “a ése bórralo del libro de condenación y escríbelo en el libro de la vida”; y me sacó afuera. Cuando en el principio los destinos de todos se supieron, el mío lo cambió y lo hizo nuevo. ¿Cree usted que ahora, que estoy lleno de agradecimiento, voy a defender a los que no quitó del libro de condenación? ¿Me voy a erigir en abogado defensor de los derechos de ellos? Si lo hago, pienso que merezco que me vuelvan a poner allí, por osado y malagradecido. Yo jamás cambiaría el divino decreto de la elección eterna por mi ladino (taimado) libre albedrío. Si no fuera por elección nunca me hubiera salvado.

Somos salvados, sí, pero por elección divina, porque Dios en su misericordia decretó nuestra elección antes de crear el mundo porque dice que “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos” (Ef.1:4-6). De modo que si nuestra salvación en Cristo es antes de la fundación del mundo es mucho más segura que toda la creación; porque el decreto de elección es antes del de Creación.

Todas las doctrinas de la salvación, que son las que salen de la persona y obra de Cristo, me fascinan, me asombran, me emocionan y me llenan de gratitud: Mi justificación, mi expiación y redención; mi regeneración, mi arrepentimiento y mi fe, mi bautismo. Todas ellas existieron para hacer posible mi elección eterna.

Pero cuando pienso que Dios me haya escogido desde antes que todos los mundos vinieran a existir, que Dios pensó en salvarme a mí antes de pensar en hacer el sol, la luna, los ríos, los montes, que pensó en mí cuando engendró al Hijo Unigénito, tiemblo. Y si pienso cuando se formaba para salvación la Eterna Trinidad y se distribuían sus respectivos ministerios de gracia, y se me colocaba en el tiempo que habría de nacer, se seleccionaban mis padres, mis amigos, mi educación, mi iglesia, mi pastor, y el día en que me llamaría a la fe en Cristo en preferencia a otros que siguieron sordos, enmudezco de asombro y me deja sin palabras.

jueves, 1 de abril de 2010

Abogado del diablo

Amós 3:2

“A vosotros sólo os he escogido”.

Esto es una reflexión para los que se sienten incómodos con la doctrina de la elección. Implícitamente el Señor ha dicho: A ustedes los he elegido y a las demás naciones las he ignorado. Así como suena. La doctrina de la elección en el NT, especialmente desarrollada por Pablo, sistematizada por Agustín y popularizada por Calvino, tiene sus raíces en el AT y la historia de la revelación de la salvación con el pueblo de Israel. Mientras se hacía la historia del mundo Jehová trataba con Israel y a las otras naciones las dejaba andar en sus propios caminos (Hechos 14: 16; 17: 30). ¿Le parece eso injusto y falta de amor?

Sin embargo, Israel en comparación con muchas naciones ha sido geográfica y numéricamente un pueblo pequeño. ¿No hubiera sido mejor, dice usted, haber escogido un pueblo que tuviera más gente como India o China? ¿Por qué escoger tan pocos y dejar abandonados por siglos y milenios en sus tinieblas y pecados a la inmensa mayoría?

Dios por razones justas así ha obrado y yo estoy conforme con su decisión. No defienda a los que no creen, porque no solamente aquellos pueblos no se merecían nada sino que además preferían a sus ídolos antes que a Jehová. Es evidente que Dios no estaba apurado por salvar el mundo y obraba sin prisa hasta “el cumplimiento del tiempo que envió a su Hijo” (Gálatas 4: 4). No le concedió el privilegio de la salvación a todos y por eso se ve en la evangelización que “no es de todos la fe” (2 Tesalonicenses. 3: 2). La doctrina de la elección particular no se revela de modo filosófico sino como un acto de Dios, y con gusto podemos decir "Sí Padre porque así te agradó" (Lucas. 10: 21). Y sin controversia, “la salvación viene por medio de los judíos” (Juan. 4: 22); es semita y por extensión hebrea e israelita, de los profetas y Jesucristo.

Y si a alguno no le parece bien que elija quién se ha de salvar, judío o gentil, porque no lo entiende, no está de acuerdo y cree que es injusticia, tiene que enfrentarse al apóstol Pablo, quien le responde que no tiene derecho a protestar, porque Dios es dueño de sus actos y hace con lo suyo, esto es, con su gracia, misericordia y placer, lo que quiere; porque tiene para eso “capacidad, privilegio, potestad y libertad” (Romanos. 9: 21).

Si usted, para oponerse me cita que también la Biblia dice: “Dios no quiere que ninguno se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento” o “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda sino tenga vida eterna”, me daría cuenta que usted necesita un poco de ayuda en lo que se llama hermenéutica o exégesis bíblica.

Para mí, lo que sería raro, es que Dios salvara sin arrepentimiento, con la gracia común, sin forzarlos a entrar, sin la violencia de la misericordia electiva, y que usted defendiera a quienes no desean creer, siendo abogado del diablo, porque sus clientes no aman la verdad y la contradicen todo lo que pueden, no desean ir al cielo, no quieren la compañía de muchos millares de ángeles ni de los espíritus de los justos hechos perfectos, aman la gloria de este mundo y no la de Dios y no sólo hacen cosas dignas del infierno sino que las consienten en los que las hacen, y las disfrutan (Romanos 1:32).

sábado, 20 de marzo de 2010

La Ley y el Evangelio

Con el fin de recuperar la suficiencia de la Escritura, una vez más debemos aprender a distinguir la Ley y el Evangelio como "dos palabras" de la Escritura. Para los reformadores, no era suficiente creer en la inerrancia, ya que Roma también tenía un alto concepto de la Escritura, en teoría. Los reformadores no estaban criticando a la Iglesia por negar su carácter divino, por el contrario, sostuvieron que Roma había perturbado su alto concepto de la Escritura por la adición de otras palabras y por no leer y proclamar la Escritura de acuerdo a su sentido más obvio.

En el corazón de la hermenéutica de la reforma estaba la distinción entre "Ley" y "Evangelio". Para los reformadores, este no es equivalente a "Antiguo Testamento" y "Nuevo Testamento", sino que significa, en palabras de Teodoro Beza: "Nosotros dividimos esta palabra en dos partes principales o tipos: el uno se llama la "Ley", el otro, "el Evangelio". Para todo el resto puede ser recogida en virtud de una u otra de estas dos líneas. La Ley está escrita por naturaleza en nuestros corazones, mientras que Lo que llamamos el Evangelio (buenas noticias) es una doctrina que no está del todo en nosotros por naturaleza, pero que se revela desde el cielo (Mateo 16:17; Juan 1:13). "La Ley nos lleva a Cristo en el Evangelio y nos condena y nos causa la desesperación de nuestra propia "justicia". El desconocimiento de esta distinción entre Ley y Evangelio, es una de las principales fuentes de los abusos que corrompieron y todavía corrompen al cristianismo."

Lutero hizo esta hermenéutica central, pero tanto las tradiciones de la Reforma protestante conjuntamente afirman esta distinción fundamental. En gran parte de la predicación de la Edad Media, la Ley y el Evangelio eran tan confusos que la "Buena Nueva" mostraba a Jesús como una forma "amable y gentil de Moisés", que suavizó la Ley en las exhortaciones más fáciles, como amar a Dios y al prójimo desde el corazón. Los reformadores vieron cómo Roma enseñaba que el Evangelio era simplemente una "ley" más fácil que la del Antiguo Testamento. En lugar de seguir un montón de reglas, -decían los predicadores de la Edad Media- Dios espera sólo el amor y la entrega de corazón.

Calvino respondió: "¡Como si se pudiera pensar en algo más difícil que amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y toda nuestra fuerza! En comparación con esta ley, todo podría considerarse fácil... [porque] la ley no puede hacer otra cosa que acusar y culpar a todos los hombres, para condenar, y por así decirlo, detenerlos; en fin, que los condenen en el juicio de Dios: que sólo Dios puede justificar, para que toda carne guarde silencio ante él". Por lo tanto, observa Calvino, Roma sólo pudo ver el Evangelio como algo que permite a los creyentes ser justos por la obediencia y lo que es una compensación por su falta" sin darse cuenta de que la ley exige la perfección, no aproximación.

Por supuesto, nadie afirma haber llegado a la perfección. Solo el terror de la Ley puede sacudirnos de esta auto-confianza. Así, la Ley condena y nos conduce a Cristo, para que el Evangelio pueda comfortarnos sin ningún tipo de amenazas o declaraciones de intención que podría dar lugar a la duda. En uno de sus primeros escritos, Calvino defendió esta distinción evangélica entre Ley y Evangelio: Todo esto es fácil de comprender mediante la descripción de la Ley y que describe el Evangelio, y luego compararlos. Por lo tanto, el Evangelio es el mensaje, la proclamación de la salvación, llevando con respecto a Cristo que fue enviado por Dios el Padre para conseguir la vida eterna. La Ley está contenida en los preceptos, es una amenaza, es una carga. Los actos del Evangelio, sin amenazas, no conducen a los preceptos, sino más bien nos enseña acerca de la voluntad suprema de Dios hacia nosotros. Los que no siguen este método de tratamiento nunca será suficientemente versado en la filosofía de Cristo.

Mientras que la Ley sigue siendo la guía de los creyentes en la vida cristiana, Calvino insiste en que nunca pueden confundirse con el "Evangelio". Incluso después de la conversión, el creyente está en necesidad desesperada del Evangelio, porque él lee las órdenes, exhortaciones, las amenazas y advertencias de la Ley y, a menudo vacila en su cierta confianza porque no ve en sí mismo esta justicia que se requiere. ¿Estoy realmente entregado? ¿Qué pasa si no he experimentado las mismas cosas que otros cristianos consideran como normativo? ¿Realmente tengo el Espíritu Santo? ¿Qué pasa si he pecado? Estas son preguntas que todos nos enfrentamos en nuestras propias vidas. Los reformadores, con los profetas y apóstoles, estaban convencidos de que sólo el Evangelio puede traer consuelo a la lucha cristiana.

Sin este énfasis constante en la predicación, uno nunca puede adorar o servir a Dios en libertad, porque su mirada siempre se fija en sí mismo - ya sea en la desesperación o la auto-justicia - en lugar de Cristo. La Ley y el Evangelio deben ser predicado tanto por la convicción como por la instrucción, Calvino dice, siempre y cuando se mezcle el Evangelio con la Ley. "En consecuencia, este evangelio no impone ningún comando, sino que revela la bondad de Dios, su misericordia y sus beneficios." Esta distinción, dice Calvino con Lutero y los reformadores, marca la diferencia entre el cristianismo y el paganismo: "Todos los que niegan esto ponen el Evangelio al revés; absolutamente entierran a Cristo, y destruyen la verdadera adoración de Dios. "

Ursino, autor principal del Catecismo de Heidelberg, dijo que la distinción entre Ley y Evangelio "ha comprendido la suma y sustancia de las Sagradas Escrituras", son "las principales divisiones y generales de las Sagradas Escrituras, y comprenderá toda la doctrina comprendido en el mismo." Confundirlos es corromper la fe en su núcleo. Mientras que la Ley debe ser predicada como instrucción divina para la vida cristiana, nunca debe ser usado para sacudir los creyentes de la confianza de que Cristo es su "justicia, la santidad y redención" (1 Cor. 1:30). El creyente se dirige a la Ley y le encanta la Ley por su sabiduría divina, porque revela la voluntad de Aquel a quien ahora estamos reconciliados por el Evangelio. Pero el creyente no puede encontrar el perdón, la misericordia, la victoria, o incluso el poder someterse a ella, yendo a la propia Ley. Todavía es siempre la Ley la que demanda y el Evangelio el que da. Por ello, cada sermón debe ser cuidadosamente elaborado, en esta distinción fundamental.

Mientras Charles Spurgeon, veía a la Iglesia Bautista de Inglaterra dar paso al moralismo en la llamada "Controversia Down Grade", declaró: "No hay ningún punto en el que los hombres hacen más errores que en la relación que existe entre la ley y el evangelio. Algunos hombres ponen la ley en lugar del evangelio, otros ponen en lugar del evangelio la ley. Cierta clase sostiene que la ley y el evangelio se mezclan... Estos hombres no saben la verdad y son iguales a los falsos maestros "

En nuestros días, estas categorías son más confusas, incluso en las iglesias más conservadoras. Aun cuando las categorías de la psicología, el marketing y la política no sustituyen a las de la Ley y el Evangelio, la mayor parte de la predicación evangélica de hoy suaviza la Ley y los confunde con las exhortaciones del Evangelio, a menudo dejando a la gente con la impresión de que Dios no espera que la justicia perfecta prescrita en la Ley se cumpla, sino solo un corazón en general bueno y la actitud y la evitación de los pecados mayores.

Un moralismo suave prevalece en gran parte de la predicación evangélica de hoy, y que rara vez oye la predicación de la Ley como la condenación de Dios y de la ira, sino como sugerencias útiles para una vida más plena. En lugar de la Ley de Dios, a menudo se ofrecen consejos útiles para la vida práctica. La piedad y la fe de los personajes bíblicos, son a menudo predicados como ejemplos a imitar. Al igual que en el liberalismo protestante, tal predicación a menudo no tiene a Cristo como el Divino Salvador de los pecadores, sino como el entrenador cuyo libro de juego nos muestra cómo lograr la victoria.

A veces se debe menos a la convicción que a la falta de precisión. Por ejemplo, a menudo oímos llamados a "vivir el Evangelio", y, sin embargo, en ninguna parte en la Escritura estamos llamados a "vivir el Evangelio". En su lugar, se nos dice creer en el evangelio y obedecer la ley, recibiendo el favor de Dios y de la guía de Dios de la otra. El Evangelio - o Buenas Nuevas - no es que Dios nos ayudará a lograr su favor con su ayuda, sino que alguien vivió la ley en nuestro lugar y cumplió toda la justicia. Otros confunden la Ley y el Evangelio mediante la sustitución de las exigencias de la Ley con la simple orden de "entrega total" o "hacer a Jesús Señor y Salvador", como si este pequeño trabajo garantiza la vida eterna.

¿Significa eso que la Palabra de Dios no manda nuestra obediencia o de que la obediencia es opcional? ¡Claro que no! Pero sí significa que la obediencia no se debe confundir con el Evangelio. Nuestra mejor obediencia está corrompida, así que ¿cómo podría ser esto buena noticia? El Evangelio es que Cristo fue crucificado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.

El Evangelio produce una nueva vida, y una nueva obediencia, pero con demasiada frecuencia confundimos los frutos o los efectos con el evangelio mismo. Nada de lo que sucede dentro de nosotros es, propiamente hablando, "Evangelio", sino que es efecto del Evangelio. Pablo nos enseña: "Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo..." (Filipenses 1:17)
. Mientras que el Evangelio no contiene ninguna orden o amenazas, la Ley de hecho lo hace, el cristiano está obligado todavía a las dos "palabras" que escucha de la boca de Dios. Al igual que la divinidad o de las dos naturalezas de Cristo, debemos, ni divorciar ni confundir a la Ley y el Evangelio.

Cuando la Ley se ablanda en promesas suaves y el Evangelio se ha endurecido en las condiciones y las exhortaciones, el creyente se encuentra a menudo en un estado deplorable. Para aquellos que conocen sus propios corazones, la predicación que trata de bajar el tono de la Ley, asegurando que Dios mira el corazón viene como malas noticias, no son buenas noticias: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?" (Jeremías 17:9).

Muchos cristianos han experimentado la confusión de la Ley y el Evangelio en su dieta, donde el Evangelio fue libre e incondicional cuando se convirtieron en creyentes, pero ahora está relegado a segundo plano para dar lugar a un énfasis casi exclusivo en exhortaciones. Una vez más, no es que las exhortaciones no tienen su lugar, pero nunca debe confundirse con el Evangelio y que el Evangelio del perdón divino es tan importante para los creyentes pecaminosos como lo es para los incrédulos. Tampoco podemos asumir que los creyentes nunca avanzarán más allá de la etapa en que necesitan escuchar el Evangelio, como si la Buena Noticia termina en la conversión. Porque, como dijo Calvino, "Todos somos en parte, incrédulos a lo largo de nuestra vida". Constantemente debemos escuchar la promesa de Dios a fin de contrarrestar las dudas y temores que son naturales para nosotros.

Pero hay muchos, especialmente en nuestra época narcisista, cuya ignorancia de la ley conduce a una seguridad carnal. Así, las personas suelen concluir que son "seguros y salvos de todas las alarmas", porque caminaba por el pasillo de la iglesia, hizo una oración, o firmó una tarjeta de contacto, a pesar de que nunca han tenido que renunciar a sus propias hojas de parra con el fin de estar revestidos de la justicia del Cordero de Dios. O tal vez, aunque no han querido perfectamente a Dios y al prójimo, llegan a la conclusión de que al menos "dieron", "entregaron" o "dejaron que el Espíritu tome su camino", que "viven en la victoria sobre todo pecado conocido" y disfrutan de la "vida superior". Se engañan a sí mismos y a otros, que necesitan ser despojados de sus hojas de higuera para ser vestidos con la piel del Cordero de Dios.

Debemos, por tanto, recuperar la Ley y el Evangelio, y con la predicación, el mensaje cristológico de la Escritura, o nada bueno saldrá de nuestro trabajo, independientemente de la forma de compromiso que tenemos a la inerrancia. No podemos decir que estamos predicando la Palabra de Dios, al menos que estemos distinta y claramente proclamando la sentencia de Dios y su justificación, como la dieta habitual en nuestras congregaciones. Para recuperar la suficiencia de la Escritura, debemos por lo tanto, como los reformadores, recuperar la distinción entre ley y Evangelio.